Después de un tiempo sin escribir nada propio, permítanme que vuelva hablándoles del gran compositor italiano Giacomo Puccini. Nacido en Lucca, actual Italia en 1858 y fallecido en Bruselas en el año 1924, sus obras son mundialmente reconocidas y admiradas. A lo largo de su vida, el maestro compuso tan solo doce operas las cuales conforman el grueso de su producción, una cifra muy insignificante en comparación con las de sus predecesores, pero fueron más que suficientes para hacer de él un autor clave del repertorio operístico y uno de los más apreciados y aplaudidos por el público en su época, ahora y siempre. Puccini fue el gran dominador de la escena lírica internacional durante los primeros decenios del siglo XX con obras tan sublimes como La Bohéme, Tosca o Madame Butterfly, imposibles de olvidar una vez escuchados sus acordes que mezclan la tradición lírica italiana con estilos propios de su siglo.
Sin embargo, hoy me gustaría destacar la que fue su última obra, quizás la más arriesgada de todas ellas y que el maestro italiano dejó inconclusa: la bella y cruel historia de la fría y despiadada princesa Turandot. Esta obra compuesta de tres actos, narra la aventura del príncipe tártaro Calaf para conseguir el amor de la cruel princesa Turandot. La historia está basada en un antiguo poema persa que Francois de la Croix, orientalista francés, recogió allá por el siglo XVIII cambiando la ambientación de Persia a China. Fue el escritor Carlo Gozzi quien dio a Turandot la estructura que Puccini empleó para su ópera. Con la muerte de Puccini la misión de concluir la obra recayó en el compositor Franco Alfano que a partir de 40 páginas que el maestro Puccini había esbozado para su final consiguió concluir la última gran opera del maestro.
Uno de los grandes enigmas que envuelven esta obra es el verdadero motivo por el que Giacomo Puccini no consiguió dar un final a Turandot. Es cierto que la muerte a causa de un cáncer de pulmón (era un fumador empedernido) le privó en parte de tal hecho pero antes de que la enfermedad se apoderada completamente de él Puccini había llegado a un punto en su obra del que, según dicen por correspondencia descubierta del maestro, era incapaz de continuar: “Esta infame Turandot me aterroriza y no llegaré a terminarla”. La clave de este misterio tiene un nombre de mujer: Liú.
El universo de Puccini se caracteriza en gran parte por esos maravillosos personajes femeninos como Mimi o Butterfly. Figuras que exhuman belleza incomparable, nobleza, bondad, amor incondicional y una capacidad de sacrifico sin límites. Puccini era incapaz de trabajar en una obra donde no existiera un personaje de estas características, hasta el punto de pedir que para la obra de Turandot se introdujera la figura de la hermosa Liú que no aparece en la historia original. Puccini estaba completamente obsesionado con la bella Liú y en el momento en que su idolatrado personaje muere como muestra del más grande sacrificio por amor se produce la culminación de la obra. Giacomo Puccini, el gran maestro italiano de la ópera, es incapaz de seguir adelante sin su musa. No hay inspiración sin esa gran dama de la escena que le ha guiado por el sendero de la belleza, la honestidad y el amor. Simplemente no puede, no sabe como continuar sin ella. No existe nada más allá sin Liú.
Para muchos, esta es la verdadera razón por la que el maestro dejó sin terminar esta obra que nos dio una de las arias más hermosas del mundo de la ópera y que se convirtió en la firma de esta obra y en una de las más conocidas en todo el mundo: “Nessun Dorma” a cargo del personaje del príncipe Calaf.
Aquí la pueden escuchar en la voz del gran tenor Luciano Pavarotti. Inigualable.
Letras traducidas por Sara Tomio
Nessun dorma – Giacomo Puccini
dall’opera «Turandot»
Il principe ignoto
Nessun dorma! Nessun dorma!
Tu pure, o Principessa,
Nella tua fredda stanza
Guardi le stelle
Che tremano d’amore e di speranza.
Ma il mio mistero è chiuso in me,
Il nome mio nessun saprà!, no, no
Sulla tua bocca lo dirò!…
(Puccini: Quando la luce splenderà!)
Quando la luce splenderà,
(Puccini:No, no, Sulla tua bocca lo dirò)
Ed il mio bacio scioglierà il silenzio
Che ti fa mia!…
Voci di donne
Il nome suo nessun saprà…
E noi dovremo, ahimè, morir, morir!…
Il principe ignoto
Dilegua, o notte!…
Tramontate, stelle! Tramontate, stelle!…
All’alba vincerò!
vincerò!
vincerò!
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Que nadie duerma – Giacomo Puccini
dall’opera «Turandot»
El príncipe desconocido
¡Que nadie duerma! ¡Que nadie duerma!
También tú, oh Princesa,
en tu fría habitación
miras las estrellas
que tiemblan de amor y de esperanza.
Mas mi misterio está encerrado en mí,
Mi nombre nadie lo sabrá. No, no
Sobre tu boca lo diré
(Puccini: Sólo cuando la luz brille)
Cuando la luz brille
(Puccini: ¡No, no, sobre tu boca lo diré!)
Y mi beso derretirá el silencio
que te hace mía.
Voces de mujeres
Su nombre nadie sabrá…
¡Y nosotras, ay, deberemos, morir, morir!
El príncipe desconocido
¡Disípate, oh noche!
¡Tramontad, estrellas! ¡Tramontad, estrellas!
¡Al alba, venceré!
¡Venceré!
¡Venceré!
En su estreno en la Scala de Milán en 1926, durante el tercer acto donde sucede la muerte de Liú, la música cesó y el director, Arturo Toscanini pronunció: “Qui il Maestro fini” (Aquí terminó el maestro). Así fue como terminó la obra. En las interpretaciones posteriores se incluyó el final escrito por Alfano.